miércoles, 4 de febrero de 2015

Me río de mi

Y si, eso suelo hacer; tal vez para no llorar, como reza el estereotipo aceptado colectivamente. Y es que es inevitable, todo ser humano que se precie de inteligente y evolucionado, debe ser capaz de reírse de sí mismo. ¿Por qué? No se.

Yo considero que es más divertido reírse de los demás, pero a falta de consenso al respecto y para evitar susceptibilidades, uno opta por lo más cercano a mano para ejercer y proveer un poco de humor : uno mismo. Es un desperdicio realmente, tomando en cuenta el tremendo caldo de cultivo que se consigue con solo levantar la vista a nuestro alrededor. Especialmente cuando se cuenta con un humor negro tan afilado y cuando, además se dispone de tantos inocentes e involuntarios aportes a la causa que aquí defiendo.

¿Por qué es tan mal visto reírse de los demás? No tengo la menor idea.  Si leemos las famosas novelas de la célebre Jane Austin, nos damos cuenta que en la Inglaterra victoriana, famosa por su digna discreción, especialmente en la clase encumbrada y noble, era carta corriente la burla (aunque discreta e inteligente) del prójimo.  A falta de televisión, internet, celulares, juegos electrónicos y libertad de pensamiento y acción para las mujeres, había que resolver de alguna manera el tema de la entretención.  ¿Que mejor manera que los comentarios jocosos, agudos y a veces incluso edificantes a pesar de la burla, de los pobres cristianos que les rodeaban?  No imagino mayor placer que ver, comentar y divertirse a costa de los demás.   Admitelo, es divertido.  Acéptalo, entretiene.  

Ahora bien, una cosa es hacer hincapié en los detalles del día a día que hacen graciosas las "caídas"de los demás, y otra muy distinta hacer de un defecto o de una tragedia, algún motivo de diversión o risa.  Esto es otra cosa.  No comparto, ni respeto la crueldad.  Cuando hablamos de discriminación, de violencia de género, de burla por el más débil, abuso del desvalido, no me llames pues no me parecerá gracioso.

Sin risas y burlas bien administradas, mi familia no sabría interactuar.  Somos nuestros propios mimos. Nos reímos unos de otros, nos hacemos chistes respecto a cualquier cosa que se nos atraviese en el día a día.  Hace poco, estábamos conversando con la menor de mis hijas que estudia en el extranjero.  Ella adora mi comida y extraña mucho nuestros diarios almuerzos en familia (como todo hijo que se va a estudiar fuera de casa) y ese día en particular, había yo preparado uno de sus platos favoritos.  A través de la pantalla, le hicimos innumerables chistes sobre lo rico que había quedado todo, fotos incluidas.  Mi hija entre risas y llantos simulados, hizo lo mismo con productos que allá donde ella vive son comunes y para nosotros toda una odisea conseguir aquí, con lo cual fue nuestro turno de sufrir.  Nos reímos mucho, hasta que le vimos la cara a su novio.  Parecía totalmente fuera de órbita.  Pero que se podía esperar, es nórdico.  No le costó trabajo comprender nuestra dinámica una vez que mi hija se lo explico todo.  Aún así, le pareció "diferente".  Creo que uso una palabra delicada para no buscarse un problema gratis.

Se que no somos la excepción, por el contrario, las familias más felices que conozco se ríen de si mismas y su entorno.  Eso ayuda en muchos sentidos.  Te da mas seguridad para enfrentar a los demás incluso.  Cuando mi hija mayor estaba pequeña, la molestaban mucho en el colegio pues uso lentes desde muy chiquita.  Ella jamás tuvo traumas al respecto. Todo lo que le decían en el colegio, ya lo había oído en casa.  En ese caso, para no causarle un complejo, la preparamos con humor para lo que le venia.  Y dio resultado.  Nunca permitió que la hicieran sentir mal al respecto, antes bien, ella se adelantaba a sus compañeros y a la mínima señal de epitetos en su dirección, ella los decía todos primero que ellos y volvía a ocuparse en sus cosas.  Los desarmaba riéndose de si misma, pero no prestándose para ser el objeto de burla de los demás.  Hay una gran diferencia.





















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