jueves, 27 de octubre de 2011

De mujeriego a cornudo

Recientemente tuve una diferencia de opinión con una de mis mas cercanas amigas sobre los muy comunes cuernos, cachos, o cualquier otra expresión con la que se denominan las infidelidades.

Supimos de un amigo común que fue abandonado por su esposa, por alguien con quien al parecer, sostenía una relación extra-marital.  Su reacción (la de mi amiga) fue de lástima para con el esposo.  Ella lamentaba que un matrimonio de tantos años llegara a su fin y sobre todo, opinaba que los problemas que ocurren en una pareja siempre son de dos, razón por la cual culpar a una u otra parte era tarea difícil.  Yo por mi parte, me alegré y mucho.  ¿por que? pues porque el señor cornudo se pasó la mayor parte de su matrimonio siéndole infiel a su esposa y ¡oh sorpresa! le dieron una cucharada de su propio jarabe.

Esta argumentación que se suscitó entre mi amiga y yo, me permitió poner aún mas en evidencia el gran abismo que hay en las opiniones de las mujeres dependiendo de su estado civil.  No sólo nos separan las condiciones sociales, de educación y de raza.  El ser casada o no, hace también una gran diferencia.  Entre mi amiga y yo hay 10 años de diferencia, yo soy mayor.  Pero eso curiosamente, no ha revestido mayor importancia.  Nunca he sentido la diferencia de edad, tal vez porque ella es madura y centrada y quizá porque yo también sea un poco menos madura de lo que se esperaría en una mujer de 44 primaveras, que es mi edad.

Quedé sorprendida de la gran diferencia de opinión respecto a un tema tan debatido, tan controvertido y tristemente tan actual.  Luego de analizarlo bien, me di cuenta de la gran diferencia: ella es soltera y yo no.  Ella, por su juventud, no ha pasado aún por los embates del tiempo y los estragos que hace no sólo al físico sino a la auto estima.  Las mujeres de cuarenta y tantos, no nos preocupamos del físico por una cuestión banal de vernos bien solamente (que tenemos derecho, faltaría mas), es también una cuestión de supervivencia emocional y marital para las que tenemos la dicha de tener marido aunque nos quejemos a diestra y siniestra de ellos.

Yo solía pensar que si tienes que estar todo el tiempo preocupándote de retener a tu pareja entonces no vale la pena tenerla, pero estaba equivocada.  Tu marido te ama, tienes una familia todo lo feliz de la vida moderna te permite.  Eso no cambia con los años ¿sabes que cambia? TU.  A medida que pasa el tiempo, vas desarrollando nuevos intereses, te vas cansando de las cosas y esperando nuevas, te vas dando cuenta que lo que era suficiente hace 5 años, ya no lo es y al revés también, te percatas que aquello a lo que le dabas suma importancia ya no la tiene tanto.  Y además, como es natural, tu marido también cambia.  Pero el detalle importante es que en toda esta sucesión de cambios hay algo que se mantiene por toda la vida que vas a compartir con el: sigues durmiendo, comiendo, viviendo y respirando con esa misma persona a la que llegas a conocer mas que a ti misma.  Ya no hay novedad, ya no hay sorpresas.  Es el y eres tu.  Puedes inyectarte botox hasta en las encías, pero seguirás siendo tu y lo que le molesta de ti o lo que te molesta de el, seguirá así.  El secreto está en cuanta importancia le das a esas cosas y cuánto pesan en la balanza de la vida en común.

Por qué me alegré tanto de que el señor se quedara solo y sin hogar al dejarlo su esposa? pues es obvio, el es todo lo que una esposa detesta, odia y teme en un hombre.  Ese tipo de subespecie de lagarto homo sapiens que se arrastra entre la vida de familia y las ¨canas al aire¨ que justifican con un ¨mi esposa es la reina¨ lo demás son detallitos que ayudan a no aburrirse de la vida.  Pues bien, resulta que mientras el estaba ocupado buscando ¨detallitos¨ y prodigándoles flores, atenciones y TIEMPO, ese que nunca les sobra, su esposa estaba siendo atendida y querida por alguien mas, alguien que vio en ella lo que su marido tal vez hubiese podido llegar a apreciar si le hubiese dado la importancia necesaria.

Y pensé luego en las razones por las cuales mi amiga no reaccionó como yo.  Ella está al otro lado de la calle.  En ese lado donde habitan justamente esas mujeres que muchas veces son abordadas por hombres casados que les explican con lujo de detalles el por que ellas son lo que ellos hubiesen deseado por esposa (afortunadamente, es de las que no caen en ese jueguito) El objetivo todos lo conocemos, el asunto es que algunas veces llega a ser cierto y entonces ellas pasan a convertirse en esposas, esas que en algún momento también tal vez cansen al señor marido y salga nuevamente a buscar alicientes para la tediosa vida de pareja que parece no gustarles mucho pero que insisten en llevar como si fuera condición necesaria para conquistar mujeres: ser casado.

Me pregunté luego, quién lanzará la primera piedra? ciertamente, yo no.









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